Seguramente la frase
más repetida en estos últimos 30 años en Nicaragua sea: “Para salir del
subdesarrollo hay que invertir en educación”. Paradójicamente esta es la frase que
menos se aplica.
Los gobiernos de las
tres últimas décadas han sido indiferentes a las necesidades del sistema
educativo y han sido ciegos a las virtudes de una buena educación y los réditos
que genera invertir en ella, en cambio, ven a la
educación como algo no prioritario. Pues no saben o no se quieren dar cuenta
que si no tenemos gente que sea capaz de
inventar e innovar jamás se saldrá de la pobreza material y espiritual en la
cual estamos inmersos. Porque se debe estar claro que el desarrollo
humano de un país depende en gran medida del nivel educativo y cultural del
mismo. En efecto, la escuela, al elevar el nivel cultural de los individuos
aumenta también sus capacidades y, sobre todo, les otorga una base para la
cualificación profesional, imprescindible para lograr el ansiado desarrollo. No
en vano se observa que los países que tienen un alto o bajo nivel de desarrollo
humano tienen también un alto o bajo nivel educativo.
Por la indiferencia
de los gobiernos, la clase política y de los ciudadanos se puede ver que los
estudiantes egresados de la secundaria no cuentan con los aprendizajes
elementales para enfrentar la dinámica de una sociedad que avanza por el valor
agregado que generan los conocimientos, los lenguajes abstractos, los
mecanismos informáticos y digitales, y que se mueve al ritmo de los descubrimientos
de la ciencia y la tecnología. Esto los reduce a la condición de pobres por
ignorancia, con la única posibilidad de acceder a empleos mal pagados, o al
subempleo, o a ser sujetos cautivos para engrosar las filas de la migración o
de la delincuencia, por desesperación o abandono social. Sólo una minoría
privilegiada puede ser parte de la modernidad digital y tecnológica, por su
capacidad para alcanzar altos niveles de educación formal, pero esto sólo hace
más ricos a algunos y más pobres a todos los demás.
Por lo que para empezar
a mejorar la educación no sólo debemos tener en cuenta el aumento del
presupuesto destinado a educación sino también la mejora de su calidad. Para eso en primer lugar se necesita
reivindicar la labor docente, no sólo social sino económicamente, luego
capacitarlos permanentemente e incorporar personal docente sólo por méritos académicos y no por méritos políticos
o partidarios. Y luego evaluar a los docentes no por la cantidad de estudiantes
aprobados que tengan sino por su desempeño pedagógico y por cuanto han
aprendido sus alumnos. Y en segundo lugar el sistema
educativo nicaragüense debe promover la
autonomía escolar porque lo que actualmente hace es más bien buscar homologar
lo más posible a todos los centros educativos en un modelo, un currículo, un
enfoque de programas de evaluación, de estándares de aprendizaje, lo cual es
ridículo. Debido a lo cual siempre se encontrará en las escuelas públicas,
profesores que dicen “esto no se puede hacer, esto no te lo permite el
ministerio, que la norma dice esto”, por lo que no hay espacio para la
innovación y la creatividad docente porque está explícitamente prohibida porque
con un enfoque así no hay manera.
Entonces tomando
en cuenta estos dos puntos se comenzarán a romper de una vez por todas con el
pésimo sistema educativo nicaragüense y se buscará vivir experiencias
innovadoras que puedan ser disruptivas y lograr la calidad en la educación. Además
de ser agresivos para implementar y empujar programas a largo plazo que
promuevan actividades sistemáticas de investigación y de desarrollo, lo cual
debe estar respaldada por el estado.
Publicado en La Prensa el 12 de febrero de 2013
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